Como parte de su
construcción religiosa el kirchnerismo intentó construirse un pasado. Así como
los antiguos emperadores inventaban haber sido descendientes de héroes o
dioses. Pero el kirchnerismo fue más
allá. No sólo inventó un pasado idílico de Néstor y Cristina. También inventó
un contexto en el pasado.
Con fines de análisis
voy a dividir el pasado en cuatro divisiones. Por motivos obvios habrá dos que
trascenderán más que el resto.
1_Los ‘70
Relato: “Los militares y sus cómplices civiles tomaron el
poder el 24 de marzo de 1976 inaugurando un plan genocida. Los únicos que
resistieron fueron los desaparecidos y las Madres de Plaza de Mayo.”
Esta historia a
priori es verdadera. Pero hay varias cosas por observar. La primera es el hecho
de considerar como día clave el 24 de marzo. Nadie duda que la dictadura
instaurada desde ese día fue la más brutal y sanguinaria que vivió la Argentina,
pero no se puede olvidar que en el siglo XX hubo otras cinco interrupciones al
orden democrático: 1930, 1943, 1955, 1962 y 1966. En muchos de estos casos se
instauraron dictaduras que también mataron, torturaron, hicieron desaparecer y
censuraron. ¿Qué sentido tiene recordar solo la última?
Otra mentira o media
verdad consiste en olvidar el contexto previo. Entre 1973 y 1976 la Argentina
vivía una democracia endeble. Más allá de la violencia de los grupos
subversivos, el Estado Nacional por aquel entonces dio el puntapié inicial en
el terrorismo estatal y paraestatal sistemático. Desde la masacre de Ezeiza al
Operativo Independencia, pasando por las ejecuciones extrajudiciales de
guerrilleros, los primeros centros de detención, las protestas brutalmente
reprimidas y los primeros casos de apropiación de bebés nacidos en cautiverio.
El mayor exponente de este terror en democracia fue la Triple A. Si se trata de
recordar a los “compañeros detenidos-desaparecidos” también hay que recordar a
esos de esos tres años previos.
Y finalmente, la
glorificación de la “juventud maravillosa”. Si bien nunca se vio que
explícitamente el gobierno reivindicase a los grupos armados de izquierda, si
se vieron actos implícitos, como el discurso de Cristina el 22 de agosto de 2012
en un acto en homenaje a Envar El Kadri (fundador de las Fuerzas Armadas
Peronistas) o la participación de funcionarios o legisladores kirchneristas en
los actos por el Día el Montonero.
No caben dudas que la
violencia de la dictadura fue genocida. Pero tampoco cabe dudas que el ERP y
los Montoneros fueron grupo lisa y llanamente terroristas que atentaron contra
gobiernos democráticos, realizando actos repudiables desde todo punto de vista.
Una vez instaurada la dictadura, la violencia armada podría ser considerada un
acto de resistencia armada, pero aún en este contexto hubo episodios de
violencia injustificada, como el atentado en la casa del Almirante Lambruschini
que se cobró la vida de su hija Paula. Tampoco se debe olvidar que estos grupos
no pedían la democracia liberal representativa, sino instaurar regímenes
socialistas.
Es incorrecto
equiparar la violencia de ambos grupos y hablar de “daños colaterales”, ya que
en el caso de la dictadura hubo un liso y llano plan de exterminio y
persecución. Y por supuesto que también es incorrecto reivindicar ese
terrorismo estatal o considerar que Videla, Massera y su troupé sean héroes.
Pero no es incorrecto
para nada recordar que en los años 70 el país atravesó una situación de
violencia armada. No es incorrecto tampoco recordar que esos grupos armados
eran criminales y anti-democráticos. Y tampoco es incorrecto recordar a las
víctimas de esos grupos.
Por eso es absurdo
recordar el 24 de marzo como feriado. Si hay un día que debería ser feriado es
el 10 de diciembre, el día que marcó el regreso definitivo a la vida
democrática y el rechazo total a la violencia política.
2_Los ‘80
Relato: “Raúl Alfonsín fue el primer kirchnerista. Él peleó
contra las mismas corporaciones que nosotros. Por eso un verdadero alfonsinista
es kirchnerista.”
Esta visión la
sostienen sobre todo grupos pseudo-radicales filo-kirchneristas como el Movimiento Nacional Alfonsinista de
Leopoldo Moreau o Los Irrompibles de Leandro Santoro. Estos grupos se volvieron
cada vez menos opositores hasta terminar uniéndose al kirchnerismo.
¿Qué se puede decir
de esta visión? Por supuesto que la santificación de ciertas figuras es siempre
malo. Pero resulta raro que lo hagan los K quienes durante años ningunearon
totalmente a Raúl Alfonsín. Fue allá en el 2004 cuando Kirchner pidió perdón
por tantas décadas de ignorancia a las Madres, olvidando cruelmente el Juicio a
las Juntas. Porque para este retorcido punto de vista juzgar a los líderes de
la dictadura dos años después de terminado el régimen y con las FFAA aún con
poder (como lo demostrarían los alzamientos carapintadas) es igual de valiente
que descolgar un cuadro de Videla en el Colegio Militar veintiun años después
de recuperada la democracia y con las FFAA ya debilitadas y desguasadas. Haber
sufrido cuatro levantamientos y haberlos enfrentado entrevistándose
personalmente con los amotinados (más allá de la consideración posterior que se
pueda tener de las leyes del perdón o incluso de los indultos) es igual de
valiente que gritarles “no les tengo miedo” a un ejército sin municiones ni
tanques, una armada con barcos que se incendian y una fuerza aérea que no
radariza ni tiene aviones útiles. El propio Alfonsín confesaría haberse sentido
dolido por esa omisión.
Con respecto al tema
de las corporaciones, la economía alfonsinista no era precisamente nacional y
popular. Cabe recordar que tuvo como ministro a un tecnócrata como Juan Vital
Sorrouille que implementó el Plan Austral, que contó con el visto bueno del FMI
y el Banco Mundial. Incluso por aquellos años el gobernador Menem proponía su
“economía popular de mercado” frente a la “economía de corte netamente
monetarista” de Alfonsín. También conviene recordar que el kirchnerismo que
quiere empresas estatales para todo reivindica al alfonsinismo que intentó dar
los primeros pasos en las privatizaciones o la asociación con privados en el
sector ferroviario, petrolero o de transporte aéreo. Y por último, si quieren
hablar de la pelea de Alfonsín con Clarín, también recuerden que Menem también
estuvo peleado con Clarín.
Finalmente, la idea
de ver en don Raúl a un kirchnerista no se condice con el testimonio del ex
presidente durante los años del kichnerismo. En el 2006 durante el juicio a
Etchecolatz dijo que Kirchner quería “reinventar la historia” sobre la
dictadura, y dijo: “Me la jugaba en el Proceso y otros ni aparecían”. En el
2007 diría que el santacruceño era “una personalidad autoritaria con su propia
gente” y que era “hegemónico en cuanto a su acción de gobierno”. Si es verdad
que el “padre de la democracia” no simpatizaba por Macri y Carrió, tan cierto
como que en sus últimos meses de vida se reunía seguido con Julio Cobos como
forma de relanzar a la UCR luego del voto no positivo.
3_Los '90
Relato: “La década del ’90 fue de privatizaciones. Se vendió
el Estado. Se fundió.”
Es un acto bastante
común por parte del kirchnerismo fustigar completamente a esa época. A pesar de
la privatización de YPF, de la boleta que compartieron Kirchner y Menem en el
’95 o de las palabras elogiosas de Cristina para con Cavallo hasta bien
entrados los 2000, ahora resulta que los ’90 fueron una época oscura y
tenebrosa.
Sin embargo, sería
bueno recordar que, como ya hemos dicho en párrafos anteriores, la historia no
es un montón de burbujas, sino una corriente con rupturas y continuidades. El
menemismo no escapa a eso. Si pensamos que Menem y sus secuaces fueron
simplemente villanos que aparecieron de la noche a la mañana para arruinar un
país perfecto y que todo lo malo que viene pasando es por culpa de Menem
estamos bastante errados.
En primer lugar, cabe
recordar la situación del país cuando Menem asumía: Déficit, default, índices
récord de pobreza y desocupación, empresas estatales que eran nidos de
amiguismo e ineptitud y la peor hiperinflación que haya tenido lugar en esta
parte del mundo. Menem prometía contrarrestar esto con la revolución productiva
y el salariazo.
Claro que hizo todo
lo contrario, ajustando, privatizando y arrancándole cuatro ceros al austral
para crear una moneda cuyo valor estaba atado al dólar. La pregunta es ¿cómo estaba el mundo en ese
entonces? Fin de la guerra fría, colapso del bloque comunista y el triunfo del
Consenso de Washington que proponía este tipo de soluciones o similares para
salir de estas crisis en el tercer mundo. Pero antes de que eso ocurriera ya se
podía prever que la situación del Estado era insostenible, por eso el gobierno
de Alfonsín encaró hacia el final de su gestión proyectos para iniciar
tímidamente privatizaciones.
Por supuesto que las
cosas se hicieron. Y mal. Las privatizaciones fueron un desfile de negociados
corruptos, no hubo ningún plan para al menos aliviar las consecuencias sociales
de la desaparición de tantas empresas y la forma en que se encaró ese plan de
reforma del Estado puede considerarse al menos desprolijo. Pero eso no quita
dos verdades esenciales: 1) El plan de ajuste era inevitable, y 2) Si las
empresas estatales fueron un desastre y las privatizadas también lo fueron,
entonces el problema es más profundo que un debate puramente ideológico.
El 1 a 1 siguió
durante más de una década. Nunca hubo un plan para salir paulatinamente de ese
esquema que a los pocos años ya había demostrado estar obsoleto. Algo similar a
lo que pasa ahora, con esta equivalencia entre el peso y el dólar que no sirve
para conservar las reservas del BCRA y favorece la venta ilegal.
Los kirchneristas
sacan entonces un as bajo la manga: Hablar del contexto internacional, de las
crisis de las hipotecas subprime, la crisis en Europa o las devaluaciones en
Brasil y China. Eso explicaría que este modelo de señales negativas. Sin
embargo el menemismo también podría hacer gala de lo mismo, ya que durante
aquellos años tuvimos que atravesar una seguidilla de crisis mundiales:
Tequila, Tigres Asiáticos, Vodka y Caipirinha.
¿Mienten entonces los
kirchneristas cuando hablan de los ’90? No necesariamente, pero si lo
simplifican. Convierten a un gobierno en la causa de todos los males. Y sin
intención de defender a Menem, lo cierto es que los que estuvieron antes que él
hicieron desastres y los que vinieron después tampoco hicieron nada para
solucionarlo. Y además simplifican el análisis al no observar el contexto
internacional y nacional que produjo esas reformas y medidas.
De todas maneras, hay una cosa que los kirchneristas nunca
pudieron explicarnos: Si el menemismo en 10 años hizo desastres ¿por qué el
kirchnerismo no pudo solucionarlos en 12?
4_Los 2000
Relato: “El kirchnerismo recibió un país en ruinas y lo puso
de pie”
Nuevamente mienten.
El país estaba incendiado y en crisis luego del 2001, cuando las rutas del
Interior estaba llenas de piquetes, había saqueos, cacerolazos y asesinatos en
todo el país bajo estado de sitio. Esa situación siguió durante un tiempo más.
Cabe recordar que ese estado de conmoción social se agravó después de los
crímenes de Puente Pueyrredón que obligaron a Duhalde a adelantar las
elecciones.
Cuando Kirchner asume
esa situación ya estaba apagada. No había tantos piquetes, ya no había
cacerolazos, ni saqueos, no había asambleas barriales tampoco. Económicamente
el país venía atravesando un proceso lento pero constante de reactivación.
Gracias al trabajo sucio de Duhalde y Remes Lenicov de devaluar y pesificar los
ahorros el país se encontraba aumentando la exportaciones y, muy modestamente,
la producción industrial. Para mayo de 2003 ya había terminado la recesión, el
desempleo había bajado y las cuasi-monedas habían desaparecido. También para
comienzos de ese año Lavagna había logrado un principio de acuerdo con el FMI.
De hecho uno de los principales argumentos para votar por Kirchner era la
promesa de continuidad.
Lo que si se le puede
reconocer a Kirchner es que produjo la aparición de actores relativamente
nuevos en la política nacional (en especial los santacruceños) y sepultó para
siempre a muchos actores desgastados, como Menem, Duhalde y parte importante de
la UCR. También se le puede reconocer que el hecho de haber logrado un altísimo
grado de imagen positiva devolvió la confianza de la gente en su Gobierno luego
del “Que se vayan todos”.
Pero no se le puede
reconocer haber tomado un país al rojo vivo y haberlo estabilizado.
Sencillamente porque no es verdad.
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