jueves, 28 de enero de 2016

No fueron treinta mil

La recientes declaraciones de Lopérfido y la polémica que generaron sirven para darse cuenta que la cantidad de desaparecidos de la última dictadura sigue siendo un tema tabú.

¿De dónde surge la cifra de 30.000? Dice el ex-montonero Luis Labraña que la cifra fue inventada para cobrar subsidios de parte del gobierno holandés, ya que la cifra real habría sido muy baja y no habría alcanzado para catalogarla como genocidio, información corroborada por Graciela Fernández Meijide (madre de un desaparecido e integrante de la Conadep). Hay quienes hablan también de un informe de inteligencia de 1978 en donde se habla de 22.000 desaparecidos y asesinados, pero hay que tener en cuenta que ese informe no es detallado y que tiene lugar durante el Proceso, por el cual muchos de aquellos "desaparecidos" pudieron haber sido posteriormente liberados. Además, lo más importante, es una estimación.

La realidad es que la cifra de 30 mil aparece como insostenible según los registros existentes. Si bien no sería lógico pedir el nombre de todos y cada una de las víctimas sin lugar a duda, tampoco es lógico mostrar una cifra tan abultada si se compara con los registros reales. Hay que dejar en claro que todas las recopilaciones desde los '80 no excluyen la posibilidad de casos que no hayan sido denunciadas y advierten que faltan revelar los archivos secretos sobre el destino de las víctimas. Pero otra vez, trasladarse a una cifra con tanta diferencia resulta ilógico.

La Conadep en el Nunca Más tiene registrados 8.960 casos. La versión revisada de 2006 disminuye la cifra a entre 7.158. El Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado del año pasado cuenta 8.631 casos de asesinatos y desapariciones entre 1966 y 1983. Si se reduce a los años de la última dictadura la cifra se limita aproximadamente a 7500 casos. En estos casos hablamos de registros oficiales estatales. La cifra se acerca bastante a lo que el propio Videla admitió.

El Gobierno dirigido por aquellos que hoy usan la bandera de los 30.000 desaparecidos como verdad inobjetable no pudo llegar a esa cifra en sus registros oficiales. No hay nada que agregar.

No fueron 30.000. Fueron entre 7.000 y 8.000. Una barbaridad desde todo punto de vista. No hace falta duplicar o cuadruplicar ese número. Si con un desaparecido o asesinado ya es suficiente ¿por qué tienen que inventar una cantidad?

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domingo, 17 de enero de 2016

Ñoquis: eficiencia o utilidad

Durante todas estas semanas con motivo de los despidos en áreas estatales estuvimos viendo en los medios debates constantes sobre la conveniencia o no de despedir a tanta gente. En todo este debate estuvo presente una palabra: "ñoqui". Se lo define como empleado público que no cumple con su trabajo y solo va a cobrar, además de haber llegado mediante amiguismo o favores.

¿Existe gente así? Por supuesto. Y no solo en el Gobierno Nacional y durante el kirchnerismo. Los ha habido antes, los seguirá habiendo y estarán presentes en todos los órdenes, desde los municipios a la Nación. Pero, aunque suene extraño, ese no es el problema.

El problema aquí es el Estado gigante y monstruoso que tenemos. Un estado que tiene miles de direcciones, subsecretarias y secretarias que no sirven para nada. Vimos en el pasado cargos como Secretario para la Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional, u otros más impresentables como Director del Registro Nacional de Efectores de Desarrollo Local y Economía Social, de la Dirección de Fomento del Monotributo Social de la subsecretaria de Comercializacion de la Economía Social, de la secretaria de Coordinación y Monitoreo Institucional del ministerio de Desarrollo SocialDirector de Fortalecimiento de la Democracia de la Subsecretaria para la Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia de la Secretaría de Gabinete y Coordinación Administrativa de la Jefatura de Gabinete de Ministros.

¿Esta gente es eficiente? Probablemente no. Probablemente si. Si el día de mañana se crea un puesto que sea "Encargado de abrir las ventanas de la Rosada" probablemente esa persona sea responsable y capaz, yendo todos los días a cumplir su función. Pero no quita que su función sea inútil e irrelevante.

Y esto es lo que pasa en gran parte del empleo público. Hay lugares que estaban superpoblados de empleados (como el Senado) y el problema no es que sean ñoquis o no sean ñoquis. El problema es que no tienen razón de ser. No hay motivos reales y objetivos para que una oficina estatal tenga tantos empleados. Y mantenerlos cuesta plata.

Por supuesto que los despidos debe hacerse con cuidado, revisando los contratos y pagando las indemnizaciones en los casos que haga falta, o acordando el cese de las contrataciones de la mejor forma posible. Pero no deja de ser un acto de justicia limpiar al Estado de tantos puestos que no aportan nada y generan únicamente déficit.