jueves, 12 de mayo de 2016

¿Meritocracia si? ¿Meritocracia no?


 La reciente publicidad de Chevrolet sobre los "meritócratas" provocó comentarios hostiles en redes sociales, al mismo tiempo que generó respuestas y cuestionamientos por parte de sectores progresistas. También provocó "humoradas" donde no se muestra otra cosa que resentimiento y prejuicios, al mismo tiempo que muchos de estos críticos pertenecen al kirchnerismo, que olvidan de este modo los subsidios millonarios que el los gobiernos K le dieron a General Motors y que tira al piso toda apología de la meritocracia por parte de la empresa.

 Yendo a lo sustancial ¿qué se puede decir de la meritocracia? ¿realidad o utopía? ¿idea nefasta o idea grandiosa? ¿aplicable? En lo personal opino que está más cerca de la fantasía que de cualquier realidad concreta.

 Pensémoslo bien: La meritocracia plantea que cada persona debe obtener recompensas de acuerdo a su esfuerzo y trabajo. Así en todos los órdenes de la vida, desde el estudio al trabajo. Pero ocurre que en la vida real esto no es así. Y no solo por el acomodo o la lucha de clases que le gusta refregar a los progres, sino por la propia estructura de la sociedad. Por ejemplo, si una persona triunfó en la vida y tiene familia entonces sus hijos contarán con ventajas económicas y culturales que otros no tendrán. De tal manera la supuesta competencia entre esfuerzos se desvanece. Es una idea que desde el vamos se presenta como irreal.

 Para que exista una verdadera meritocracia todos los individuos deberían nacer iguales, en las mismas condiciones socio-económicas, accediendo a la misma educación. Pero esto no es así y nunca lo será. Casualmente (¿casualidad?) los meritócratas plantean algo similar a lo que plantean los socialistas: Una falsa igualdad utópica. En una gracias al Estado, en otra por ausencia del Estado. Pero con puntos de partida iguales.

 Ahora bien ¿eso significa que la meritocracia deba descartarse de lleno en todos los ámbitos? De ninguna manera. Hay ámbitos en donde si o si debe haber recompensa a los mejores resultados. Pero deben ser ámbitos en donde se parta de una igualdad.

 Por ejemplo, en la educación hay que hilar fino. Tanto en la primaria como en la secundaria la idea es nivelar e igualar para arriba, de tal manera que todos los estudiantes accedan a una educación de calidad y puedan desarrollar sus potenciales. Eso no significa que no haya que poner notas, pero indica que no se puede dejar a su suerte a las personas que repiten o desaprueban. En el nivel superior es diferente, ya que la idea no es nivelar, sino sacar lo mejor y aspirar a la excelencia. En algunos países se observa este régimen, al permitir a los estudiantes con mejores promedios acceder directamente a la carrera, con becas o sin necesidad de curso de ingreso.

 Igualmente en el mundo laboral la meritocracia no puede ponerse en discusión. Pero eso no significa que quienes no tengan tanto "mérito" no deban tener sueldos dignos ni que deban trabajar en malas condiciones, ni mucho menos significa que no deban trabajar.

 Entonces, para finalizar, una sociedad no puede nunca basarse en una meritocracia absoluta. Es irreal y en caso de aplicarse sería extremadamente cruel, condenando a los pobres al estancamiento social y anulando todo tipo de movilidad. Pero eso no quiere decir que en determinados ámbitos, laborales o estudiantiles, deba primar la recompensa a los buenos resultados. De lo contrario seguirá el cambalache del siglo XX, cuando daba lo mismo un burro que un buen profesor.

domingo, 1 de mayo de 2016

La ley de promoción del empleo joven: Una oportunidad histórica

 Por estos días vemos a políticos, sindicalistas, periodistas y gente del ámbito público en general debatir al respecto de una ley contra los despidos. Las claves de esa ley se pueden resumir en una prohibición general de despidos hasta 2017 (y retroactivo a marzo de este año), tanto en el sector privado como en el sector público. Le da también el derecho a los empleados de no ser despedidos ni siquiera por justa causa, caso que llevaría a una instancia de mediación bajo el cual aún se sigue percibiendo el salario. En caso de no haber acuerdo se obliga a la doble indemnización.

 Desde todo punto de vista esta ley es absurda y no soluciona nada. Solo provocará un incremento del trabajo en negro y a despidos masivos antes de que la ley salga. Es decir, provocará un efecto contrario al que se busca. El número de contratados en blanco en el mejor de los casos se mantendrá estancado, mientras los empleados en negro serán un nuevo "ejército de reserva". Por último, no puede soslayarse que una ley de estas características condena a las pymes y las pone ante el grave problema de no poder hacer frente a las dobles indemnizaciones.

(recientemente hay diputados de Cambiemos y el Frente Renovador que están intentando aliviar esos costos para pymes, lo cual puede ser un cambio positivo, pero terminará evitando que las empresas crezcan y contraten más gente)

 Sin duda que estamos ante una situación delicada. Y si bien la conservación de los empleos es algo importante lo que es aún más fundamental es la creación de nuevos empleos. Limitarse a lo primero es pan para hoy hambre para mañana. Una buena idea sería renovar el seguro por desempleo, cosa de la que se estuvo hablando en semanas anteriores y que exige una actualización inmediata (permanece en $ 400 hace diez años).

 Con respecto a lo segundo, la creación de nuevos empleos, el oficialismo y el Frente Renovador tienen en mente un proyecto de promoción del empleo joven, al que llamaron Mi Primer Empleo. El proyecto consiste en exenciones y subsidios para las empresas que contraten a jóvenes, anulando el límite de edad en las provincias del norte.

 Si bien todavía no tenemos el proyecto para leerlo y criticarlo no tengo dudas de que va en la dirección correcta. El Estado debe ayudar a las empresas, sobre todo pymes, a aliviar los costos de contratación de aquellos sectores que tienen más dificultades para conseguir trabajo. Una buena idea sería combinarlo de alguna manera con el plan Progresar, de manera de beneficiar aún más a quienes trabajan y estudian. Y en casos de emergencia laboral, extender ese plan a todas las edades.

 De este modo el Estado promocionaría el empleo joven, el sector más productivo de la sociedad. Y las empresas (quienes producen) verían aliviados sus costos. Así la economía logrará moverse.

 Estamos ante una oportunidad histórica: La de finalmente empezar a recompensar a genera riqueza.